INTRODUCCIÓN

Magalí Arriola, curadora


“Y si toda muerte humana entraña una ausencia irrevocable, ¿qué decir de esta ausencia que se sigue dando como presencia abstracta, como la obstinada negación de la ausencia final? Ese círculo faltaba en el infierno dantesco, y los supuestos gobernantes de mi país, entre otros, se han encargado de la siniestra tarea de crearlo y poblarlo”. –Julio Cortázar, “Negación del olvido,” introducción al Coloquio de París de 1981 sobre la política de desaparición forzada de personas en Argentina.[1]

Para el antropólogo Michael Taussig, la inscripción de la historia política de Latinoamérica en el panorama social, ha demarcado un espacio de muerte que tiene una larga y rica cultura, “es ahí en donde la imaginación social se ha visto poblada por las imágenes cambiantes del mal y del infierno”.[2] Este espacio de muerte al que se refiere Taussig,—consecuencia de las políticas imperiales y de la explotación colonial—es una extensión heterotópica en la que seres terrestres y criaturas sobrenaturales viven, mueren y renacen; es en donde se dibuja también, como ya lo sugería el escritor argentino Julio Cortázar, “el círculo que faltaba” en el infierno dantesco que algunos de nuestros gobernantes crearon y se han encargado de poblar.[3]

Adaptado de sus iteraciones a mayor escala en el Museo de Arte Moderno de Medellín y el Museo Amparo de Puebla, la exposición El círculo que faltaba en KADIST San Francisco, parte de la experiencia compartida de muerte y extinción que ha marcado a Latinoamérica y el Caribe desde tiempos de la Colonia y sus distintas manifestaciones. La figura del muerto viviente se ha convertido en un símbolo de las economías esclavistas del capitalismo temprano, que se puede ver desde la explotación de los mineros de oro en Brasil y la fuerza laboral de esclavos africanos que sostuvo las plantaciones de algodón en Estados Unidos, hasta los zombis haitianos trabajando sin cesar en las fincas azucareras y el trabajo forzado de indígenas en los plantíos de caucho en Colombia o en las haciendas de henequeneras de México. Las efigies de los “desaparecidos” han encarnado a las víctimas de las dictaduras militares, guerrillas y guerras civiles que azotaron países como Guatemala, Paraguay, Chile, Perú o Argentina durante una gran parte del siglo XX; y más recientemente han aparecido como almas perdidas de aquellos muertos vivientes caídos en la guerra contra las drogas que países como México o Colombia lanzaron sobre sus propios ciudadanos.

Como una fábula que plantea un acercamiento alegórico al paisaje social de Latinoamérica, esta exposición aborda episodios específicos de la historia política del continente, para explorar el papel que los cuerpos sin vida y los muertos sin cuerpo juegan en el mundo de los vivos, no sólo como víctimas de una violencia institucionalizada sino, también, como los agentes emancipadores al centro de nuevas formaciones políticas; no sólo como memorias persistentes del pasado sino, también, como expectativas vigilantes ante un futuro incierto.

El proyecto examina los espacios de representación, en donde se van desdibujando las fronteras entre el sujeto y el objeto, entre la realidad y la ficción, y en dónde los marcadores temporales adquieren una morfología distinta; espacios en los que hechos tangibles y relatos míticos, personajes históricos y actores ficticios, revelan los caminos conectivos entre eventos y lugares, objetos y sujetos, testigos y narradores, protagonistas y espectadores. No se trata, sin embargo, de enunciar una certeza ni fabricar una ficción, sino de revelar —parafraseando al mismo Taussig— la naturaleza social de una verdad que no intenta saber si los hechos son reales, sino entender las condiciones políticas de su interpretación y representación.
[1]  Julio Cortázar, “Negación del olvido”, introducción al Coloquio de París sobre la política de desaparición forzada de personas, 1981. Haz clic aquí para leer el discurso completo. El escritor argentino participó en el coloquio sobre desaparecidos políticos que se efectuó en París los días 31 de enero y 1o de febrero de 1981, con este texto. En él manifiesta de nueva cuenta su descontento y posicionamiento ante la realidad política de muchos países de Centro y Sudamérica, misma que se presenta –escribe– como el “círculo [que] faltaba en el infierno dantesco”, y del que los gobernantes de [su] país, entre otros, se dieron a la siniestra tarea de crear y poblar.

[2] Michael Taussig, “Culture of Terror, Space of Death. Roger Casement’s Putumayo Report and the Explanation of Torture,” Comparative Studies in Society and History, vol. 26, no. 3 (julio 1984) 467–497.

[3] Julio Cortázar, “Negación del olvido”, introducción al Coloquio de París sobre la política de desaparición forzada de personas, 1981.